CINCO RAZONES PARA VISITAR EL MUSEO DE PABLO GARGALLO, ZARAGOZA

La vendimiadora

La vendimiadora

En el corazón del casco histórico de Zaragoza, en la plaza de San Felipe, se encuentra el Museo de Pablo Gargallo, que es uno de los mejores y más recomendables museos de la ciudad y está dedicado al gran escultor aragonés. No puedes perdértelo.

Si vas paseando por la calle Alfonso, las propias obras del artista salen a buscarte para conducirte hasta el museo. El pastor del águila y La vendimiadora te marcarán el camino por la calle Candalija hasta la plaza y en ella, los poderosos atletas a caballo del Saludo Olímpico, te invitarán a entrar en el edificio.

Síguelos, no te arrepentirás.
 

Cinco razones para no perderse el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza.

 

El museo de Pablo Gargallo se creó gracias al acuerdo entre la hija del escultor, Pierrette Gargallo Anguera y el entonces alcalde de Zaragoza don Ramón Sainz de Varanda. Los herederos de Gargallo donaban esculturas, dibujos, cartones y documentación biobibliográfica y el Ayuntamiento se comprometía a restaurar el palacio de Argillo para instalar el museo.

Se inauguró en 1985 y fue reformado y ampliado entre 2007-2009.

En el año 2012 recibió el certificado de excelencia Herity por “la excepcionalidad de la colección artística” y por “la manera de exhibir sus fondos”. Destaca además al personal que trabaja en este espacio museístico que “le da un gran valor añadido”.

 

Davíd

Davíd

1. Es el único dedicado monográficamente a este artista clave en la evolución de la escultura del siglo XX.

Pablo Gargallo nació en Maella (Zaragoza) en 1881. Cuando contaba 7 años se traslada con su familia a Barcelona, dónde se formó como aprendiz del escultor Eusebi Arnau y fue alumno de la Escuela de la Lonja. En su juventud frecuentaba la tertulia de Els Quatre Gats, donde se reunía con otros artistas como Picasso, Casas, Nonell… Su vida se desarrolla entre Barcelona y París. Expone con gran éxito en Nueva York y Barcelona en 1934 y fallece en diciembre de este mismo año en Reus (Tarragona) a los 53 años y en plena madurez creativa.
Se formó en la tradición y desde ella, investigó trabajando con nuevos materiales -chapa de cobre, de hierro, plomo- e introduciendo el vacío como parte fundamental de la escultura.

 

2. Exhibe obras de todos los géneros y épocas de la trayectoria creativa del artista.

El museo muestra esculturas, dibujos, joyas, grabados y cartones en los que se reflejan los momentos modernistas, noucentistas, expresionistas y cubistas del arte español e internacional de las primeras décadas del siglo XX. A lo largo de toda su vida será capaz de crear desde los planteamientos más clásicos junto a los más innovadores.

 

3. Gran Profeta (1933).

En el centro del patio del museo podemos ver la obra más emblemática del artista y la culminación de su constante búsqueda de un estilo personal. Refiriéndose a esta escultura, Gargallo escribió a su marchante: Acabo de concluir algo que quizá le interese. Es de bastante importancia. Creo haber hallado el camino de mi tranquilidad estética, aunque no sea el camino de la tranquilidad material

 

Urano

Urano

 

4. Plantillas de cartón.

Sin duda la aportación más original y novedosa del museo. Estos cartones nunca antes habían sido expuestos ni publicados. Es una oportunidad única para comprender mejor su concepto de la escultura y su forma de trabajar.
Gargallo las utilizó a partir de 1924 para diseñar y recortar las distintas piezas que componen sus esculturas realizadas en chapa metálica. Una vez obtenidos todos los elementos usando estos patrones, los doblaba, cincelaba y soldaba para componer obras como Greta Garbo con sombrero, Pequeña bailarina española o Gran arlequín.

 

5. La sede del museo es una interesante casa palaciega del siglo XVII: el palacio de Argillo.

Construido como ampliación de las casas de don Francisco Sanz de Cortés, sigue las características de los palacios renacentistas zaragozanos con detalles barrocos propios de la época (1659-1661). En la fachada destaca el juego de color de los materiales (ladrillo y piedra negra de Calatorao), la galería de arquillos ciegos y el potente alero de madera tallada.
Tras atravesar la puerta y un pequeño zaguán, entramos en el elegante patio interior con columnas, cerrado por una moderna y efectista cubierta transparente. En el alero de madera, entre máscaras y frutas, encontramos representados con todo detalle los doce signos del zodiaco.

 

La bestia del hombre

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